Especial día guadalupano

Este 12 de diciembre que celebra el Día de la Virgen de Guadalupe y miles de peregrinos la visitan en la Basílica de la Ciudad de México, así como millones más la festejan por todo el mundo, recorramos un poco la historia y el misterio detrás de la icónica imagen de la Virgencita que se muestra en el recinto mexicano.

La historia cuenta que en diciembre de 1531, la Virgen se le apareció varias veces a un indio llamado Juan Diego en el Monte Tepeyac de la Ciudad de México. Le pidió que le construyeran allí mismo un templo y que debía informarle al Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga. Él escuchó a Juan Diego, pero le pidió una prueba para asegurarse que la Virgen le pedía aquella labor.

La Virgen volvió a aparecerse ante Juan Diego y le dijo que recogiera unas rosas en la colina. Aunque no era temporada de las flores, el indio las encontró y las recogió, colocándolas en su tilma (un manto que usaban los indígenas entonces, como una especie de delantal). Juan Diego regresó delante del Obispo y soltó la tilma donde llevaba las rosas, y fue ahí cuando ocurrió el milagro.

Según los creyentes, la tilma de Juan Diego apareció estampada la imagen de la Virgen, sorprendiendo a todos los presentes y probando así su existencia y por ende, la orden de construir su templo en el Tepeyac. Era el 12 de diciembre de 1531. La tilma con la icónica imagen fue trasladada a varios templos y ermitas, desde ese mismo año. Más tarde fue montada en un cuadro y protegida tras un cristal, y ahora reside en la Basílica.

Desde entonces, la imagen ha sido motivo de veneración por millones de religiosos pero también de mucho debate y controversia de los escépticos. Aun así, alrededor de ella se han comentado muchísimos aspectos de lo que pasa en la tilma, desde el material con que al parecer fue pintado, hasta lo que significan las estrellas en el manto.

Fue hasta 1647, al parecer, cuando finalmente se le protegió con un cristal, en donde sigue hasta ahora, pero aun así, para que tenga cerca de 500 años, es insólito que se mantenga en tan buen estado. Hasta la NASA la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y descubrieron que la tela no tiene ningún engomado ni preservativos que le ayudasen a estar tan bien conservada.

La pintura que cubre la tela es otro misterio muy comentado. Muchos científicos (entre ellos el doctor Richard Khun, ganador de dos premios Nobel de Química) la han estudiado y creen que los colorantes no son ni minerales, vegetales o de origen animal. Realmente se dice que no se ha podido explicar el origen de los pigmentos de la imagen, ni la manera en que ha sido pintada o impresa en la tilma.

La imagen está tan fresca y el colorido es tan brillante como si se acabara de pintar. Además, señalan que no hay pinceladas, o señales de que fuera delineada o pintada. Esto ensalza el mito de que la imagen de la Virgen quedó impresa en el manto de Juan Diego, y que ningún artista pudo realmente hacerla.

Sumamos la historia de que a finales del siglo XVIII, unos trabajadores estaban limpiando el marco y la imagen cuando accidentalmente derramaron ácido nítrico sobre la tela. Lo natural fuera no que se manchara o corrumpiera la imagen, sino que todo se hubiera disuelto, destrozado. No obstante, aseguran que no hubo daño alguno más que una pequeña mancha.

La mirada de la Virgen es otro tema muy interesante. Han venido oftalmólogos, artistas y más especialistas a analizar de cerca la imagen y se han encontrado que en los ojos de la «Morenita» se puede ver el «reflejo» de varias personas, que serían los personajes que participaron en la aparición de la virgen ante el Obispo y Juan Diego

Estas sombras y rasgos reflejados en los ojos ubican trece imágenes que miden entre cuatro y ocho milímetros, realmente pequeños, pero que ampliados con la tecnología actual pueden divisar varias cosas, entre ellos a Juan Diego, varios franciscanos asombrados, niños rezando y hasta un religioso con una lágrima.

Muchos debaten que es realmente imposible que en un espacio tan pequeñito como lo es la córnea de los ojos en esta imagen, hasta el más experto artista o miniaturista pudiera pintar estas imágenes tan detalladas hace 500 años que se han descubierto hasta que tuvimos la tecnología para poder ampliarlas miles de veces para poder distinguirlas.

Las 46 estrellas que tiene el manto tampoco serían al azar; estarían relacionadas con constelaciones en el espacio. La posición de las estrellas, de acuerdo a estudios astronómicos, corresponden a la configuración exacta del cielo el día en el que esta imagen fue revelada.

Al parecer, se pueden distinguir entre las estrellas de la mano las constelaciones tan famosas como las de la Osa Mayor u otras como las de Escorpión, Leo, Libra o Virgo, del Zodiaco. Son detalles sorprendentes que al parecer no tendrían explicaciones naturales.

Por si fuera poco, las flores que se ven en el manto, simbolizarían su presencia divina en la geografía mexicana. Se hicieron estudios en donde, colocada de manera horizontal, las flores se empalmarían con los volcanes de la meseta central de México.

También la inclinación de la cabeza de la Virgencita ha sido motivo de asombro, ya que se dice que está justo a 23 grados, equiparable al eje de rotación del planeta.

Otro hecho sorprendente que ha sobrevivido el lienzo de la Virgen es hasta un acto terrorista. El 14 de noviembre de 1921, a las 10:30 de la mañana, un hombre llamado Luciano Pérez Carpio subió al altar y colocó a los pies de la Virgen de Guadalupe un enorme ramo de flores en el que escondía ni más ni menos que una fatal bomba.

La explosión fue devastadora: destruyó gradas, el altar que sostenía la imagen, voló candelabros pesadísimos, hizo explotar jarrones, flores, ofrendas, vidrios de hasta 150 metros a la redonda y de otras obras dentro de la basílica, como un cuadro de San Juan colgado a un lado, pero milagrosamente, la imagen de la Virgen de Guadalupe no sufrió ni un rasguño.

Hay muchos misterios detrás de la imagen que millones de fieles veneran por todo el mundo y que este 12 de diciembre culminan en peregrinaciones y fiestas ante la «Morenita» del Tepeyac, todos felices de ver la imagen que ya casi celebra medio siglo de existencia.